domingo, 7 de mayo de 2017

Sentar la cabeza

¿Cuándo vas a sentar la cabeza?
Cada vez que alguien me lo pregunta, se me escapa media sonrisa, Sentar la cabeza, para aquellos que  preguntan, quizás signifique conformarse, seguir el camino establecido, aburguesarse… quizás también envejecer.
Para mí , sentar la cabeza es aquel momento en la vida en que decides que quieres hacer con ella lo que siempre has deseado. Y yo, ya he sentado la cabeza.

No volvería

Pasamos momentos increíbles, pero toda etapa llega a su fin.

No me malentiendas, tú y yo tuvimos uno de esos amores que no se olvidan fácilmente.  Nuestro amor no fue necesariamente intenso, pero sí muy hermoso, una de esas relaciones donde puedes ser quien realmente eres, donde las palabras sobran muchas veces y donde estar juntos en silencio nunca se vuelve algo incómodo o monótono.

Nosotros éramos así. Pasamos varias primaveras y otoños desvelados hablando de todo y de nada. Creíamos que estábamos en la cima del mundo. Teníamos planes, como todos quienes creen haber encontrado la fórmula para hacer durar el amor, y habíamos construido un futuro imaginario que pronto comenzaría a tomar forma.

La vida nunca se detiene y creo que nosotros aprendimos muy bien esta lección y quizás de la peor manera. Nunca fuimos de esas personas que se adaptaban al cambio y pensábamos que podríamos vivir sumidos en nuestra burbuja para siempre. Pero las cosas cambiaron, nosotros mismos cambiamos y todo dejó de funcionar tan bien como antes.

Mi amor por ti seguía intacto y es posible que incluso hoy sienta algo por ti aun, aunque sea una sombra de un recuerdo de lo que alguna vez fue. Tú empezaste a trabajar y yo decidí acabar de estudiar para irme lejos .Parecía que lo lograríamos, pero poco a poco nuestros caminos comenzaron a separarse. Podía ver como tu mano estaba cada vez más lejos de la mía, como tus ojos parecían mirarme sin verme y como tu boca decía palabras que yo no lograba comprender.

Era como si de la nada habláramos diferentes idiomas. Tú decías que aun me querías pero que las cosas no eran como antes, que había algo en el aire que respirábamos que nos estaba separando lentamente. Yo sólo asentía con la cabeza, preparándome para lo que parecía ser imposible de resolver.

Tú me enseñaste que “para siempre” no existe y que la vida está llena de etapas que debemos completar con la cara llena de risa y seguir nuestro camino. Fue así como lo comprendí meses después, cuando aun seguía teniendo ganas de llamarte y contarte de ese sueño que cada vez veo  más cerca.

En estos años he cambiado, no sólo físicamente sino que mental y espiritualmente también. Soy una persona diferente, nueva, más segura de sí misma. He aprendido que tu amor era algo pasajero en mi vida, que tu amor fue el medio a través del cual aprendí sobre la temporalidad de las cosas, la temporalidad de la vida y sobre la facilidad que tenemos como seres humanos de alejarnos de alguien que alguna vez pareció ser lo más importante.

Ya lo he dicho, puede que aun quede algo de ese amor en mi y si te vuelvo a ver, sé que mi corazón comenzará a latir como si estuviera corriendo a cientos de kilómetros por hora. Sin embargo, quiero decirte que no volvería a tus brazos ni aunque me lo pidieras. Sí, me enseñaste lecciones valiosas que se quedarán conmigo de por vida, pero la forma en la que decidiste mostrarme el mundo no fue la más delicada ni la más apropiada para mi en ese momento.

Hoy soy otra persona, y probablemente tú también seas otro. Es posible que reconozca tus ojos y tu cabello, pero sé que si te escuchase hablar pronto me daría cuenta que hoy no eres más que un desconocido. Te quiero, pero ya no existes, eres sólo parte de mi imaginación.

Creo que ha llegado el momento de definitivamente decirle adiós a tu recuerdo.