jueves, 11 de agosto de 2016

Te perdí.

La vida está hecha de pequeños momentos que olvidamos en el tintero para después.La mayor parte de nuestro vocabulario se compone de palabras para retrasar el momento de vivir. Por eso, al recibir a alguien sólo decimos hola, y sin embargo, tenemos muchas maneras diferentes de despedirnos.

Existen muchas formas diferentes de irse, muchos modos en los que la gente se va, muchos motivos por los que hacerlo. Todos ellos duelen. Duelen de una manera infecciosa, como una bacteria que se instala en tu pecho y desde allí se extiende a cada extremo de tu cuerpo. Duele como si te estuvieses cayendo al vacío sabiendo que debajo sólo te espera el duro asfalto y no hay nadie que pueda evitar esa desgracia.

Duele porque sabes que, en el fondo, si hubieras luchado más, no estarías sintiendo dolor ahora mismo. Duele porque si hubiera sido en otro momento, las cosas podrían haber sido muy  diferentes. Pero duele, sobre todo, porque ahora te das cuenta de que merecía la pena luchar por ello pero lo dejaste para luego. Y luego no es nunca un buen momento. Esa dilación del tiempo te perseguirá para siempre, sabiendo que en el fondo, ese dolor está ahí porque no supiste arriesgarte, no quisiste salir de la comodidad para luchar por algo que ya jamás existirá. Ya nunca sabrás a que sonarán esos fuegos artificiales que durante muchas noches imaginaste. Ya nunca recordarás a qué sabían exactamente aquellos besos, no podrás sumergirte de nuevo en esos ojos de profundo marrón ni recorrer su piel mientras bromean en algún bar cercano.

Esa historia que creaste en tu cabeza pasado el tiempo se desvanece. Las páginas del libro que reservaste para los dos se quedarán en blanco porque no supiste perder el miedo a fracasar ni a intentarlo.

Duele ver que el tiempo pesa, pero duele más que pese con su ausencia, porque ahora cargas con su recuerdo, que pesa más que su cuerpo aunque nunca lo tuvieras.

Él se cansó de esperar ese luego que tú creaste para no enfrentarte a la realidad de los sentimientos, y ahora, tú, que en silencio sí que amaste pagas las consecuencias de ese amor en secreto. Cada rincón de tu cuerpo se estremece. En el corazón hay clavado un cuchillo por cada momento demorado, tus ojos se inundan con lágrimas que bañan tus mejillas, y en tu cabeza solo resuena el eco de su voz distante y la nostalgia te trae los recuerdos reales e inventados que se han marchado para siempre.

Ahora que él se ha ido, todo se tiñe de negro, ahora todo es oscuro, lúgubre y triste. Ahora, nunca antes esa palabra tuvo tanto sentido. Ahora has entendido el valor de cada momento; y sin embargo, ahora es tarde.Ahora ya es tarde para empezar de nuevo .

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